* Si te interesa que responda al nombre que le pusiste, y ves que no le sale naturalmente venir cuando lo llamaste, hay que probar llamarlo cuando va a ocurrir algo especialmente agradable para tu gato, por ejemplo decirle su nombre cada vez que le pongas la comida, cada vez que le repongas agua fresca, o cada vez que lo vas a cepillar. Se trata de que asocie su nombre con estos eventos únicos y amenos para él. De ahí ya deduce que lo estás llamando y que algo bueno saldrá de aparecerse cuando lo llames…
* Cuando el gato recién llega a la casa, decirle unos halagos al principio, que el gato entiende muy bien cuando le hacemos notar que nos “cayó bien”. Pero poco. Después dejarlo un rato tranquilo. No lo atores con muchas palabras. Hay que dejarlo que haga su reconocimiento primero para ir tomando confianza.
* Si ves que no acierta a usar su cajita de arena o piedritas los primeros días, no hay que rezongarlo. Solamente conviene mostrarle qué es conveniente que haga: después de comer, ponerlo arriba de la cajita y hacerle remover la arena con sus patitas. Cuando se dé cuenta lo que le estamos sugiriendo, y comience a hacer sus necesidades ahí, hay que elogiarlo mucho. Los elogios en estos casos no fallan. Tu gato se va a sentir sumamente halagado de que le digas palabras dulces. Y de ahí en adelante, ya no precisa que le digan más nada. Ya aprendió perfecto qué hacer. El gato es uno de los animales más limpios de todos y le encanta tener su lugar privado y dejar su lugar del baño lo más prolijo posible.
* Si hay otro gato en la casa cuando llega uno “nuevo”, no interferir. Ellos se tendrán celos al principio y luego cada uno va encontrando sus lugares y animándose a entablar relación y a jugar.