Era una nena que quería una estrella para
Navidad.
- Pero mi Reina de Saba, ¿cómo una estrella? – dijo la mamá – ¿Una estrella para el arbolito? ¿Una torta en forma de estrella? ¿Una muñeca con una estrella en el pelo?
- Pero mi Reina de Saba, ¿cómo una estrella? – dijo la mamá – ¿Una estrella para el arbolito? ¿Una torta en forma de estrella? ¿Una muñeca con una estrella en el pelo?
-
- A ver si se deciden rápido que luego Papá
Noel se gasta el aguinaldo – dijo el papá.
Pero la niña no quería estrella para
arbolito navideño, ni pasteles, ni muñecos. Quería una estrella de verdad, de
las que brillan, para alumbrar su cuarto.
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- Que de noche me asusto. Que está oscuro y
no veo ni mis sueños – dijo la chiquita.
Hay que reconocer que los papá noeles, las madres, y los
padres, hacen en estas fechas en general un gran esfuerzo para que los
chiquilines la pasen bien. Pero esta familia, estaba desconcertada.-- Mejor le pedimos un lindo par de zapatillas con muchas estrellas – aportó con tono práctico la hermana.Ninguna posible solución parecía muy convincente. Como suele ocurrir, cada posible solución traía aparejados varios problemas. Era peor cada cosa que se les ocurría. Nada igualaba (ni se acercaba) a tan inalcanzable pedido…
Y
así pasaban los días y a pesar de que la nena veía en su casa las caras largas,
en su corazón tenía la certeza que esta vez su solicitud se iba a manifestar en
la palpable realidad.
La fecha se acercaba. La gente ponía decoraciones navideñas.
Había que andar en la calle con sumo cuidado, porque todos manejaban como
locos. Algunos cantaban villancicos.
Justo el 24, se vino una gran tormenta gran. El cielo
amoratado. Plomo. Oscuridad. Vientos huracanados.
La niña se durmió con una sonrisa, abrazada al osito de peluche.
La niña se durmió con una sonrisa, abrazada al osito de peluche.
Y a las 6 de la mañana, abrió los ojos de golpe, sobresaltada.
¿Ese ruido qué era?
¡Un monstruo en la ventana!
Miró mejor.
No, no era monstruo.
Era una bola de pelo mojado. Blanco. Con dibujos gris
plateado. Y en el lomo, si mirabas con cuidado, se esbozaba una estrella.
-
- ¡Acompáñame! – dijo bajito la niña.
-
- Acompáñame – maulló en su idioma la gata.
Y las dos, niña y gata, se abrazaron en un abrazo calentito y
sanador. Los sueños, aunque los adultos nunca lo terminamos de aprender, se
cumplen. (Sobretodo en Navidad.)
Este cuento de Navidad lo escribí para el Reto navideño del blog ACOMPAÑAME
Espero les haya gustado * mef *
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